miércoles, 7 de noviembre de 2012

La reina del country



Ya lo tengo decidido: mi serie de este otoño es Nashville. Estoy siguiendo con mucho interés los vaivenes profesionales, familiares y capilares de las dos divas de la música, Connie Britton y Hayden Panettiere. Hay que ver, con la tirria que le tenía a yo la maldita porrista de Héroes, le voy a terminar cogiendo cariño. No me juzguéis antes de tiempo; la niñata sigue siendo insoportable y en parte por eso es perfecta para encarnar a Juliette Barnes, la envidiosa advenediza white trash que amenaza con quitarle hasta el banjo a la veterana y aristocrática Rayna Jaymes (la Britton está que se sale a todos los niveles). Sé simpática, le aconseja su mánager a Barnes en el primer capítulo antes de presentarle a la gran señora del country, She’s royalty. La diminuta cantante, número uno de Los 40, carnaza de Gawker, idolina adolescente, le devuelve al tipo una mirada llena de odio y masculla un anda, no me fastidies: a Barnes le escuecen en ese momento como una picadura venenosa sus privaciones infantiles, la rulot sin seguro y la madre yonqui. ¿Acaso cree Jaymes, la princesita de Nashville que es mejor que ella? ¡Ja! Rayna tendrá el prestigio, el castillo, el padre millonario, el carnet del club de campo, el amor de película y la familia repipi, pero Juliette tiene las carnes prietas y mucha, muchísima hambre.

La serie pivota entre el melodrama canónico y el culebrón: por ahora pesa más la calidad que la necesidad de forzar los argumentos aunque, con cuatro episodios ya emitidos, ha tonteado en alguna ocasión con recursos facilones. La firma Callie Khouri que lleva veinte años viviendo de las rentas del Oscar por su guión de Thelma y Louise. Nashville demuestra que la que tuvo, retuvo: Khouri se ha marcado en su vuelta al ruedo un piloto fantástico con localismos y acentazo de Tennessee donde hillbillies que responden por Deacon, Scarlet, Lamar, Tandy y Jolene, intercambian diálogos con mucha clase. Khouri conoce los tejemanejes del negocio discográfico en los que se centra la acción de primera mano ya que está casada con el súper capo T-Bone Burnett, cuyos tentáculos se extienden por la serie en forma de asesor musical (Executive Music Producer). El matrimonio entre la historia y las canciones está muy bien apañado y la serie no da al pause cuando alguien se pone a cantar: los temas completan pasajes secundarios y subrayan los tramos sentimentales con elegancia. Como ejemplo, ahí va el final del primer capítulo a ritmo de la preciosa If i didn't know better. Obviamente, contiene espoilers.



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