lunes, 7 de enero de 2013

Los espejos deformantes de Ryan Murphy


Que a Ryan Murphy le trae sin cuidado lo que los demás digan de él es evidente. También cuando, quienes admiramos su audacia transgresora, nos llevamos las manos a la cabeza con sus arrebatos reaccionarios. El caso es provocar y pillarnos desprevenidos. Si le pedimos más sexo, vísceras y cortes de manga a los estamentos sacrosantos, él responde con The new normal, la serie familiar más conservadora y moralizante que se ha visto en la tele desde Siete en el paraíso. Y a poco te estás haciendo composición de lugar (este no es mi Murphy que me lo han cambiado), cuando aparece con la segunda temporada de American Horror Story: Asylum.
El primer volumen de la serie daba más risa que miedo. Refrito de todos los lugares comunes del género de terror, la aventura de los Harmon, o sea tener a un montón de muertos pululando como Pedro por su casa (la de los Harmon), era casi una versión softporn de los Munster. Asylum es igual de procaz y chirriante: hay monjas con liguero, enanos de circo, platillos volantes y pegotes de escatología (literalmente), y la intención última de hacernos disfrutar riéndonos de los males ajenos. Pero el reflejo esperpéntico de Briarcliff acongoja de verdad y hace menos gracia. Terror es ser condenado a purgar unos pecados que no has cometido en un centro donde la hermana Jude (Jessica Lange) y el doctor Arden (James Cromwell) usan tu cuerpo y tu mente sin límites como campo de pruebas para su contienda particular. La lucha entre fe y ciencia en American Horror Story la dirime la locura: aquí no se salva ni Dios ni el diablo. No faltarán, como en la primera, las agudezas de Lange (su destreza a la hora de soltar ironías es un filón) pero el tono de la serie, como los pasillos de Briarcliff, es mucho más siniestro y lúgubre.
Las referencias van de La calumnia de Wyler (esas rebequitas sobre camisas a lo Shirley Maclaine de Clea DuVall) a la Biblia (¿cuarenta latigazos para redimir las faltas ajenas?). Independiente en trama y personajes, esta temporada es menos gamberra, más compacta, más profunda, mejor que su predecesora. Llevo tres episodios vistos y ya me tiene atormentada. Claro que de Murphy no te puedes fiar y, en cuanto hayamos pillado la lógica a su nueva historia, se desmarcará con un punto de giro imposible. Mira que es tocapelotas.

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