jueves, 27 de diciembre de 2012

Olvidando viejos conocidos


“¿Deberíamos olvidar a los viejos conocidos y nunca más recordarlos?” Nora Ephron emplazó el desenlace de su guión más famoso en una fiesta de Nochevieja. El protagonista, Harry Burns, se preguntaba por el significado de esa canción con la que los americanos despiden el año: “¿Qué quiere decir la letra? Nunca lo he entendido”… Pensaba en eso mientras intentaba recordar un puñado de series que murieron como Ephron en el 2012 que ahora termina. En esta lista que os propongo no están ni las mejores ni las peores (bueno, una de ellas sí es lo peor); son unos cuantos títulos que ya no volverán para resolver las preguntas que me vienen a la cabeza cuando las recuerdo.
¿Por qué vivían juntos Loonie, Jerry, Marcus y Renzo?
Podría haber hecho un post de cincuenta páginas con las cosas que no entendí de Luck: ¿Qué le contaba Nick Nolte a su caballo? ¿Por qué Dennis Farina arropaba a Dustin Hoffman por las noches? ¿Era chroma la cristalera del yate de Michael Gambon? De todas ellas, sin duda, la que más me inquieta es ¿por qué vivían juntos Ian Hart, Jason Gedrick, Kevin Dunn y Richie Coster? Esta banda era… muy rara. Entiendo que hay aficiones que unen cantidad pero, más allá de echarse unas risas apostando o ponerse de acuerdo para comprar un caballo, los cuatro funcionaban como una versión chunga de Friends, cambiando la sofisticación pija del Village por la barriada y el subsidio. Esa convivencia en el motel puerta con puerta, esas cervecitas al final del día, esas tramas episódicas, esa tensión sexual no resuelta…

¿Qué les pasaba a los chicos de Gossip Girl?

Mirar estupideces con cierto valor estético es algo que toleramos en los museos de arte contemporáneo pero no en la televisión. Me he pasado seis años viendo esta serie, que es el equivalente a ojear una revista de moda con diálogos (tontos). De esta forma, comprenderéis que me parezca intrascendente perder (más) el tiempo estableciendo valoraciones sobre la conveniencia o no de que la Reina cotilla fuera quien ha terminado siendo. A mí lo que realmente me turba es ¿qué tipo de afonía crónica sufría Chuck Bass?, ¿qué le pasaba en el labio a Nate Archibald?, ¿quién le dijo a Dan Humphrey que le favorecían las camisetas de pico?

¿Estaba despierto Michael Britten?

Desde que tuvo claro que la estructura procedimental no le iba a funcionar, Awake se 
lanzó en plan kamikaze a darse el gustazo de montar un entreverado de traiciones conspirativas rollo noir que consiguió resolver en los pocos episodios de vida que le otorgó la cadena. El misterio de las realidades alternativas del policía interpretado por Jason Isaacs, sin embargo, se quedó sin resolver. ¿Me hubiera gustado un final más cerrado? Desde luego que no. Esa reflexión sobre la voluntad de ser feliz, por encima incluso del sentido común, es de lo más estimulante que hemos visto en 2012. En este caso es una suerte que dejaran la pregunta en el aire.





¿Quién le prometió a Claudia Bassols que sería la próxima Sofía Vergara?


Un decorador que frisa la cincuentena se casa por sorpresa con una latina cañón que podría ser su hija. Estereotipos racistas, chistes misóginos, un decorado reciclado de la peor sitcom de los ochenta y Rob Schneider sobeteando a una actriz hispana (catalana, en realidad) que habla un inglés inmaculado. Estas son las grandes aportaciones a la Historia de la tele de Rob, una serie que estuvo demasiados (ocho) capítulos en la CBS. Rob se parecía a Modern Family lo que un trozo de carne putrefacto a un solomillo. Cada ráfaga de risas en lata era como una bofetada en toda la cara; cada mirada lasciva, una arcada; cada supuesta agudeza del protagonista, una invitación a sacarte los ojos.

¿No había otra forma de conseguir que Susan nos cayera bien?

Según Teri Hatcher, ella era la protagonista de Mujeres desesperadas. Sus compañeras de reparto (con las que nunca quiso hacer pandi) y los fanáticos de la serie, insistían que que la de ABC era un producto coral. Sea como fuere, la trama que cerró casi una década de secretos muy mal guardados entre las liberadas de Wisteria Lane fue la del adiós de Susan Delfino a sus compañeras correveidiles. A esas alturas, estábamos ya saturados de sus patitas de alambre, su adolescencia perpetua y sus ensayadas torpezas. Los guionistas dieron en el clavo colocándola en el centro de un dramón que nos emocionó a todos. ¿Cómo no íbamos a acompañarla en el sentimiento?



¿Cuáles son tus preguntas en serie sin respuesta?

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