jueves, 7 de febrero de 2013

Los quince años de Carrie

Candace Bushnell me cae mal. Me pasa con ella lo que a la gente que no ha vistoSexo en Nueva York con Carrie Bradshaw: creo que es una pija frívola y superficial con, eso sí, un olfato infalible para hacer caja de la nada. Sé que no me avalan las leyes de copyright, pero Bushnell no debería tener derechos de autor sobre la serie de HBO. Cierto, fue ella la que recopiló sus (espantosos) artículos en un “libro” que se tomó como lejana referencia para crear a la protagonista, pero fue Michael Patrick King y sus chicas, las guionistas, pero también Sarah Jessica Parker, quienes modelaron durante seis años al potentísimo icono y su mundo fantástico. Bushnell es una madre desnaturalizada que se ha aprovechado de su criatura pero no se ha preocupado de su educación. Y ahora va a intentar exprimirla un poquito más con esta precuela titulada The Carrie Diaries.
Sus defensores insisten en que hay que verla dejando a un lado el recuerdo de la otra, que es una serie sobre la aventura de hacerse adulto en los ochenta. Yo me olvidaría gustosa de la serie original si no se empeñaran una y otra vez en ridiculizarla, con tertulias teletubby sobre sexo alrededor de una mesa, o paseos por Manhattan comentando insensateces. No puedo dejar de imaginarme a la otra Carrie, la verdadera, cruzándose con la preciosa y anodina chiquilla de la CW por los pasillos del instituto y preguntando ¿y tú, quién eres? Aquella adolescente que perdió la virginidad a los dieciséis encima de una mesa de ping- pong, acomplejada por su nariz y que, según sus propias palabras, tomó muy malas decisiones en el vestir hasta que se cogió el punto, tan radicalmente distinta del émulo de Tarta de Fresa que es el personaje central de The Carrie Diaries.
Sexo en Nueva York cumplirá en junio quince años (hecho que me dará la excusa perfecta para volver a hablar de ella aquí y hacerle la entrada- homenaje que merece), los mismos que tiene la Carrie de Connecticut. Esta hermana bastarda es otra protagonista más de otra serie vulgar más, los adolescentes y la época es lo de menos. The Carrie Diaries coge lo peor de los ochenta, el buenismo, la cursilería y los personajes planos de la mala televisión de entonces, y lo traslada sin revisar; sólo se preocupa por actualizar la forma de vestir (NADIE estaba tan guapo en esa época, mirad las fotos). Las amigas, la hermana y misma AnnaSophia Robb son seres lobotomizados, con actitudes y tramas intercambiables, que se diferencian unas de otras por la altura, el color de la piel y lo que dicta la voz en off. Los personajes masculinos son señuelos, trampas facilonas para captar al público objetivo; es asombroso ver la legión de incondicionales que un rubio con buen pelo y sin personaje puede conseguir en cuatro semanas de emisión. Estereotipos aburridos y unas historias soporíferas, eso es lo que propone The Carrie Diaries. El pobre John Hughes se está revolviendo en su tumba.

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